Lectura bíblica en 2 Corintios 10.3-5 “3 Pues
aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; 4 porque
las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas, 5 derribando argumentos y
toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo
todo pensamiento a la obediencia a Cristo”
La estrategia principal del enemigo
contra el creyente es el engaño. Sabemos por 2 Corintios 11.14
que Satanás “se disfraza como ángel de luz”. De hecho, Jesús lo llamó “padre de
mentira” (Juan 8.44).
Por tanto, nuestra mejor arma es la verdad, que nos libra de la esclavitud
del engaño (Juan 8.32).
Es difícil evitar el engaño cuando no se está consciente de
los planes del adversario (2
Corintios 2.11). Uno de sus engaños más antiguos, que se remonta al tiempo
de Adán y Eva, es la tentación para hacernos dudar de lo que el Señor ha dicho.
Hacerlo significa dudar del amor y del carácter de Dios, lo cual nos hace como
el soldado que depone su arma cuando se acerca el enemigo —desconfiar de Dios
es lo que hace que el creyente sea abatido una y otra vez por el enemigo.
Si usted escucha esta voz de duda, le da un punto de apoyo a Satanás. Eso le
debilitará, y entonces, él podrá traer más daño a su vida.
Otro ardid del diablo es distraer al
creyente. Una distracción es cualquier cosa que le haga desviar la
atención de lo que es más importante en ese momento para que se enfrasque
en otra cosa, perdiendo así el enfoque. Satanás no utiliza de manera
clara cosas pecaminosas o superficiales para desviarnos de nuestra permanencia
en Cristo; utilizará incluso cosas buenas para levantar sutilmente un muro de
“ruido” en torno a usted para que poco a poco deje de escuchar la voz del
Señor.
Ore para que Dios le ayude a identificar cualquier aspecto de su
vida donde usted puede ser susceptible al engaño. Él le
dará poder para aferrarse a la verdad y caminar en libertad.
(De Encontacto.org)
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