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Lectura bíblica en 1 Samuel 1.1-20 En
resumen: Hubo un varón que se llamaba Elcana, tenía 2 mujeres; Ana y
Penina. Penina tenía hijos, Ana no. Cada año Elcana ofrecía sacrificio de
adoración a Jehová -como era costumbre-. Cuando iba a adorar al Señor
daba a Penina, a Ana y a todos sus hijos su parte. Pero a Ana
daba una parte escogida; porque amaba a Ana, a pesar de no tener hijos.
Penina irritaba a Ana, enojándola y entristeciéndola, porque no tenía
hijos. Ana lloraba, y no comía. Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué
lloras y no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que
10 hijos? Un día Ana, con amargura oró a Jehová, y lloró abundantemente. Hizo
voto diciendo: Jehová, si te dignares mirar la aflicción de tu sierva, y
te acordares de mí, y dieres a tu sierva un hijo varón, lo dedicaré a ti todos
los días de su vida. Mientras ella oraba, Elí -el
sacerdote- la observaba. De Ana solamente se movían sus labios, y su voz
no se oía; por lo cual Elí la tuvo por ebria. Elí le dijo: ¿Hasta cuándo
estarás ebria? Y Ana le respondió: No, señor mío; yo soy una
mujer atribulada de espíritu; no he bebido, sino que he derramado mi alma
delante de Jehová. No me tengas por mujer impía; porque por la
magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí
respondió: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has
hecho. Ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue Ana, y
no estuvo más triste. Al otro día Elcana se llegó a Ana, Jehová se acordó
de ella, y concibió un hijo, y le puso por nombre Samuel, Por cuanto lo pedí a
Jehová.
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En el pasaje de hoy, el profeta Samuel se refiere a sus
piadosos padres, y al difícil tiempo que pasaron antes de que él naciera. Al
observar la vida de su madre Ana, podemos aprender algunos principios
importantes por los cuales vivir. Aunque su situación involucraba la
maternidad, las lecciones se aplican tanto a hombres como a mujeres.
Mantenerse fiel a la familia.
Una de las mujeres en la vida de Ana la atormentaba sin misericordia. Aunque el
peligro físico no era el problema, había una perturbación emocional constante
porque ella no podía evitar a esta persona. ¡Qué tentador debió haber sido
tratar de encontrar una salida! Sin embargo, Ana se quedó en la casa, oraba al
Señor, y hacía lo que podía para lidiar con la situación. Demostró una
fidelidad a su familia que se antepuso a su propia necesidad de alivio.
Comunicar amor y aceptación.
Ana consideraba a su hijo Samuel un regalo del Señor. La imagino diciéndole día
tras día: “Eres un regalo que Dios me dio. Te amo, y espero con ansias saber lo
que Él ha planeado para ti”. Tenemos el poder de edificar a nuestros hijos y a
nuestros cónyuges —o de destruirlos. Por medio de nuestras oraciones, abrazos,
besos y palabras de aprecio, demostramos cuánto les valoramos. Demostrar un
amor verdadero alienta a las personas más valiosas para nosotros.
Algunos vivimos con personas que nos hacen la vida difícil. A
veces, somos afectados por las decisiones que toman. Pero Dios entiende nuestra
situación, así como entendió la de Ana. Acérquese al Señor, y
experimente su amor y su fidelidad, y luego, dele de ese mismo amor a los
demás.
(De Encontacto.org)
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