Meditación 8.5
Lectura bíblica en 1 Samuel 2.1-10 “Y Ana oró y dijo:
Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca
se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación. 2 No
hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como
el Dios nuestro. 3 No multipliquéis palabras de grandeza y
altanería; Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; Porque el Dios de
todo saber es Jehová, Y a él toca el pesar las acciones. 4 Los
arcos de los fuertes fueron quebrados, Y los débiles se ciñeron de poder. 5 Los
saciados se alquilaron por pan, Y los hambrientos dejaron de tener hambre;
Hasta la estéril ha dado a luz siete, Y la que tenía muchos hijos languidece. 6 Jehová
mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir. 7 Jehová
empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece. 8 El levanta del
polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con
príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de
la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo. 9 El guarda
los pies de sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie
será fuerte por su propia fuerza. 10 Delante de Jehová
serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová
juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey, Y exaltará el poderío de su Ungido.”
(Como vimos ayer)
Ana experimentó una gran aflicción antes de que naciera su hijo Samuel. Sin
embargo, en medio de ese tiempo difícil, demostró gran amor a Dios y
dependencia de Él mediante la oración.
Samuel tuvo una madre que amaba al Señor
profundamente. De hecho, se veía a sí misma como una sierva de Dios, cuya vida
estaba a su servicio (1Samuel 1.11).
Incluso, cuando su aflicción era abrumadora, reconoció lo importante que Él
era para ella.
Tenemos el mandamiento de amar al Señor con
todo nuestro ser (Marcos 12.30),
y de darle el primer lugar en nuestra vida (Deuteronomio
5.7). Si amamos a Dios, nos aseguraremos
de que nuestros hijos lo conozcan y entiendan la importancia de tener una
relación con Él por medio de Cristo. Nuestra vida, aun llena de
defectos, revelará el poder transformador del Espíritu Santo.
Samuel fue
bendecido porque Ana era una mujer de oración. Su primera petición registrada
provino de su aflicción, mientras que la segunda vino de un corazón que se
regocijaba por la respuesta del Señor a su clamor. Una
madre que ora da una alta prioridad a presentar al Señor los asuntos de sus
hijos. Recuerdo que mi madre se arrodillada conmigo junto a mi cama
para orar. Todavía puedo recordar las frases que utilizaba y las cosas de que
hablaba con Dios.
Los hijos necesitan padres dedicados
que: 1. Demuestren amor tanto a ellos como a Dios. 2. Que les
ayuden a experimentar el poder y el gozo de la oración (Santiago 5.16).
Incluso, uno solo de los padres puede marcar una gran diferencia cuando Cristo
es el centro del hogar. Lo sé, porque mi madre lo hizo. (De Encontacto.org)
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