viernes, 8 de mayo de 2015

“Cuando Los Padres Oran”

Meditación 8.5

Lectura bíblica en 1 Samuel 2.1-10 “Y Ana oró y dijo:  Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación. No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro. No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová, Y a él toca el pesar las acciones. Los arcos de los fuertes fueron quebrados, Y los débiles se ciñeron de poder. Los saciados se alquilaron por pan, Y los hambrientos dejaron de tener hambre; Hasta la estéril ha dado a luz siete, Y la que tenía muchos hijos languidece. Jehová mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir. Jehová empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece. El levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo. El guarda los pies de sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su propia fuerza. 10 Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey, Y exaltará el poderío de su Ungido.”

(Como vimos ayer) Ana experimentó una gran aflicción antes de que naciera su hijo Samuel. Sin embargo, en medio de ese tiempo difícil, demostró gran amor a Dios y dependencia de Él mediante la oración.
Samuel tuvo una madre que amaba al Señor profundamente. De hecho, se veía a sí misma como una sierva de Dios, cuya vida estaba a su servicio (1Samuel 1.11). Incluso, cuando su aflicción era abrumadora, reconoció lo importante que Él era para ella.

Tenemos el mandamiento de amar al Señor con todo nuestro ser (Marcos 12.30), y de darle el primer lugar en nuestra vida (Deuteronomio 5.7). Si amamos a Dios, nos aseguraremos de que nuestros hijos lo conozcan y entiendan la importancia de tener una relación con Él por medio de Cristo. Nuestra vida, aun llena de defectos, revelará el poder transformador del Espíritu Santo.

Samuel fue bendecido porque Ana era una mujer de oración. Su primera petición registrada provino de su aflicción, mientras que la segunda vino de un corazón que se regocijaba por la respuesta del Señor a su clamor. Una madre que ora da una alta prioridad a presentar al Señor los asuntos de sus hijos. Recuerdo que mi madre se arrodillada conmigo junto a mi cama para orar. Todavía puedo recordar las frases que utilizaba y las cosas de que hablaba con Dios.
Los hijos necesitan padres dedicados que:  1. Demuestren amor tanto a ellos como a Dios.   2. Que les ayuden a experimentar el poder y el gozo de la oración (Santiago 5.16). Incluso, uno solo de los padres puede marcar una gran diferencia cuando Cristo es el centro del hogar. Lo sé, porque mi madre lo hizo. (De Encontacto.org)

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