Lectura bíblica en 1 Corintios 13.1-3
“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser
como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese
profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la
fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y
si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase
mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.”
No hay valor o expresión humana más importante que el amor.
El incomparable tratado de Pablo sobre este tema en 1 Corintios 13 se encuentra
intercalado entre 2 capítulos que tratan de los dones espirituales. Los
corintios se enfocaban demasiado en lucir estos dones, por lo que el apóstol
les mostró el “camino aun más excelente” del amor (12.31).
Curiosamente, Pablo no hizo ningún intento de definir el amor, sino que
describió su importancia y su expresión.
El tipo de amor del que habla Pablo no
es de origen humano, sino divino. Es un amor abnegado y
sacrificial que actúa en favor de otra persona. Puesto que el Señor quiere
transformar nuestro carácter conforme a la imagen de su Hijo, esta prioridad es
del todo razonable. En realidad, cada vez que demostramos tal amor por los
demás, es cuando somos más como Cristo.
Los 3 primeros versículos de este capítulo nos hacen una
advertencia. Sin la motivación del amor, todas nuestras buenas obras —incluso
el servicio al Señor— no nos sirven de nada. A los
ojos de Dios, un espíritu amoroso es más importante que nuestras palabras y que
nuestro conocimiento, fe, generosidad y abnegación.
Cuando
estemos delante de Cristo, y seamos juzgados por nuestras “buenas
obras”, las hechas por razones egoístas no serán dignas de recompensa.
(De Encontacto.org).
“Procura, con
diligencia, presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”
2 Timoteo
2:15
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