Lectura bíblica en Hebreos 11.23-28
“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres
meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. 24 Por
la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, 25 escogiendo
antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites
temporales del pecado, 26 teniendo por mayores riquezas el
vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la
mirada en el galardón. 27 Por la fe dejó a Egipto, no
temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. 28 Por
la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a
los primogénitos no los tocase a ellos.”
Muchas personas consideran a Moisés un “pilar” bíblico de los
días del Antiguo Testamento —un hombre sin igual en devoción a Dios.
Ciertamente, él tuvo encuentros excepcionales con el Todopoderoso, y fue
llamado a hacer grandes cosas con la ayuda del Señor. Sin embargo, al igual que
nosotros, era un ser humano pecador. Pero el Nuevo Testamento lo elogia por
algo que todos nosotros podemos tener: fe.
Los versículos de hoy son parte del pasaje conocido como los
“Campeones de la fe”. Quienes tuvieron la honra de ser incluidos en este
capítulo de la Biblia, fueron escogidos porque actuaron con obediencia, y Dios
hizo grandes cosas por medio de ellos.
Nosotros, también, podemos ver la mano
de Dios cuando actuamos por fe. Cuando confiamos en
Él y le obedecemos, Dios manifiesta su poder y demuestra que realmente es
el Señor. Al actuar con su poder en medio de nuestra debilidad, nos enseña a
confiar en Él.
Eso no quiere decir que el camino sea fácil; Jesús advirtió
que el camino de la fe incluye sufrimiento. De hecho, muchos de los primeros
cristianos fueron maltratados o asesinados por causa de Él; y aun hoy la fe
enfrenta una dura persecución en diversas partes del mundo. Aunque es posible
que esa no sea nuestra experiencia, cada uno de nosotros ha sido ridiculizado,
malentendido o rechazado por seguir a Cristo.
Aun la persecución leve puede llevarnos a preguntarnos si vivir
nuestra fe vale la pena. La verdad es que es la mejor manera de vivir. Dios
responde a la fe de sus hijos, demostrándoles su poder y proporcionándoles
gozo.
(De Ministerios en Contacto)
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