Lectura bíblica en Hechos 2.22-24
“Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por
Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre
vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; 23 a
éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios,
prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; 24 al
cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era
imposible que fuese retenido por ella.”
Creer que el Señor Jesucristo resucitó de los muertos es fundamental
para los cristianos. Reconocer simplemente que Él murió por nuestros pecados, no
es suficiente; tenemos que aceptar su Resurrección para poder recibir la vida
eterna. Cristo pagó nuestra deuda, pero su sacrificio en la cruz no significa
nada, a menos que Él tenga poder sobre la tumba. Al imponerse sobre el mal y la
muerte, el Señor hizo posible nuestra salvación.
La
resurrección de Jesús demostró que tenía el poder de quitar el pecado y su
castigo. Creer que Cristo permaneció muerto significaría aceptar lo
contrario: Que los creyentes siguen estando en el pecado. Y el final
inevitable de una vida de pecado es la muerte. Por consiguiente, una persona
que niega la naturaleza eterna de Cristo mira hacia un futuro sin esperanza.
Bertrand Russell, un famoso filósofo ateo, dio esta triste descripción de tal
desesperanza: “Breve y estéril es la vida del hombre; sobre él y sobre todo su
linaje, se abate la muerte, de una manera despiadada, lenta e infalible”.
En
vez de disfrutar de la esperanza de un hogar en el cielo, quienes rechazan
la resurrección son esclavos del presente. La profesión, la familia y
las buenas obras pueden ofrecer un placer breve, pero no la clase de gozo que
da saber que disfrutamos de una relación con el Señor y vivimos dentro de
su voluntad.
La
resurrección no es un tema para un debate teológico. O creemos que Cristo
resucitó de los muertos y ascendió al cielo, o no lo creemos. Si rechazamos
su victoria sobre la tumba, nos negamos a nosotros mismos un lugar en el cielo.
Pero si aceptamos la verdad, seremos salvos.
(De Encontacto.org)
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