jueves, 5 de marzo de 2015

“La Medida de Nuestro Amor”

Meditación 05.03

Lectura bíblica en Juan 14.15-24 “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.”

Al estudiar los versículos de hoy del Evangelio de Juan, me sentí avergonzado por no estar a la altura de las expectativas del Señor Jesús. Es fácil decir: 

“Señor, te adoro”, pero ha habido momentos en los que he usado esas palabras al mismo tiempo que me he resistido a algo que Él estaba tratando de inculcar en mi corazón.

La medida de nuestro amor es la obediencia a los mandamientos y preceptos del Señor. Obedecer sus instrucciones es tan importante que Jesús hizo hincapié en esto en el pasaje de hoy (Juan 15: 21-23). Pero esto no era tampoco un concepto nuevo para los discípulos. Deberían haber estado familiarizados con la conexión bíblica entre el amor y la obediencia (Nehemías 1.5; Daniel 9.4). De hecho, Dios siempre ha hecho hincapié en que debemos obedecerlo para demostrarle nuestra devoción (Vea Deuteronomio 8:11; 10:12; 13:3, 4).

Yo podría predicar mil sermones, y no amar a Dios. El sometimiento a medias puede parecer bastante bueno a los demás, pero el Señor conoce la diferencia. Podemos levantar las manos en adoración, servir enérgicamente, apoyar a misioneros, e incluso utilizar un lenguaje perfectamente cristiano. 

Pero, a menos que le estemos obedeciendo, lo más que le estamos demostrando es una dedicación tibia. Las obras no prueban nada. Amar al Señor significa obedecerle.


La Biblia nos dice que el amor a Dios está ligado a la obediencia. El Señor le dijo a Josué que meditara en las Escrituras día y noche (Josué 1.8). Hay que leer la Biblia cada día para poder saber cómo obedecer, y así mantenernos fiel y demostrar amor al Padre celestial.

(De Encontacto.org)

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