Meditación 03.03
Lectura bíblica en 1 Pedro 2.9-17 “Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó
de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro
tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo
no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. Amados,
yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos
carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena
vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de
vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la
visitación, al considerar vuestras buenas obras. Por
causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a
superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para
castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque
esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de
los hombres insensatos; como libres, pero no como los
que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos
de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a
Dios. Honrad al rey.”
El llamado de Dios a nuestra vida se extiende más allá del
momento en que recibimos la salvación. Él quiere desarrollar en nosotros un
carácter semejante al de Cristo por medio de la presencia y el poder del
Espíritu Santo. A todo creyente se le ha hecho este llamado a la santificación
—la intención de Dios de que todos los seguidores de Cristo vivamos de una
manera diferente a la del mundo.
Su Espíritu nos capacita para
apartarnos de nuestros pecados, y así podamos darnos exclusivamente
al Señor. La santificación produce libertad de los deseos que nos mantienen
cautivos (Tito 3.3-7).
El llamado al servicio
del Señor requiere entrega total. Cuando Dios reveló su gloria a Isaías, el
profeta se ofreció a sí mismo por completo (Isaías 6.8); Pablo entregó todo su
ser a Cristo en el camino de Damasco (Hechos 9.15-19); El Señor Jesús se rendía
cada día a la voluntad de su Padre (Juan 5.19). Una vida de entrega dice:
“Señor, lo que sea, cuando sea, donde sea, y como quieras, mi respuesta es
sí”.
Una respuesta entusiasta a cada uno de estos llamados prepara
al creyente para rendirle cuentas
a Dios. La Biblia dice que cada persona será juzgada algún
día. Para quienes rechazaron la invitación del Señor a la salvación,
significará ira y separación eterna de Él. Pero, para los hijos de Dios,
será el día en el que será evaluada nuestra respuesta a su llamado. Solamente
las cosas hechas conforme a su dirección y a su manera importarán cuando llegue
ese día; todo lo demás no servirá para nada (Salmos 127.1, 2).
Dios le está llamando cada día, y quiere
hablar con usted de asuntos importantes. ¿Le
está escuchando y respondiendo?
(De Encontacto.org)
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