Meditación 25.9
2 Samuel 11.1-17 “Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa. Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta. Entonces David envió a decir a Joab: Envíame a Urías heteo. Y Joab envió a Urías a David. Cuando Urías vino a él, David le preguntó por la salud de Joab, y por la salud del pueblo, y por el estado de la guerra. Después dijo David a Urías: Desciende a tu casa, y lava tus pies. Y saliendo Urías de la casa del rey, le fue enviado presente de la mesa real. Mas Urías durmió a la puerta de la casa del rey con todos los siervos de su señor, y no descendió a su casa. E hicieron saber esto a David, diciendo: Urías no ha descendido a su casa. Y dijo David a Urías: ¿No has venido de camino? ¿Por qué, pues, no descendiste a tu casa? Y Urías respondió a David: El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa. Y David dijo a Urías: Quédate aquí aún hoy, y mañana te despacharé. Y se quedó Urías en Jerusalén aquel día y el siguiente. Y David lo convidó a comer y a beber con él, hasta embriagarlo. Y él salió a la tarde a dormir en su cama con los siervos de su señor; mas no descendió a su casa. Venida la mañana, escribió David a Joab una carta, la cual envió por mano de Urías. Y escribió en la carta, diciendo: Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y retiraos de él, para que sea herido y muera. Así fue que cuando Joab sitió la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres más valientes. Y saliendo luego los de la ciudad, pelearon contra Joab, y cayeron algunos del ejército de los siervos de David; y murió también Urías heteo."
Antes vimos que Esaú vendió su futuro por un plato de lentejas. Su ceguera a lo que era verdaderamente valioso hizo que perdiera su herencia. Otras historias de la Biblia pueden enseñarnos más lecciones valiosas. David fue escogido por Dios para que dirigiera la nación, y durante muchos años siguió el plan del Señor. Pero su deseo por Betsabé le llevó a cometer adulterio con ella y hacer los arreglos necesarios para que su marido muriera. Por decidir satisfacer sus deseos en vez de obedecer a Dios, cayó en pecado. Cuando fue confrontado por el profeta Natán, David se arrepintió sinceramente (2 Samuel 12.7-13), pero él y su familia fueron afectados profundamente por su falta.
Sansón fue otra persona que sabía lo que el Señor exigía, pero decidió desobedecer; al igual que David, renunció a las bendiciones por el placer temporal. Al perder de vista el propósito de Dios, Sansón decidió complacer a su desleal compañera Dalila (Jueces 16.15-17).
Un tercer ejemplo es Judas Iscariote, quien quiso que Jesús estableciera el reino de Dios inmediatamente. Porque valoraba más los asuntos terrenales que los espirituales, rechazó las enseñanzas de Jesús y trató de manipular los acontecimientos. Estaba convencido de que él sabía lo que era lo correcto —de que sabía más que Dios.
Para evitar la clase de errores que estos hombres cometieron, debemos tomar la decisión de dejar de lado nuestros deseos para hacer la voluntad de Dios. En otras palabras, debemos valorar lo eterno por sobre lo temporal, y estar satisfechos con lo que el Señor ha dispuesto.
(De Ministerios en Contacto)
Muy bonita reflexión estimada hermana. Debemos valorar lo eterno que Dios nos ofrece, y no lo temporal que el mundo nos presenta. Gracias por compartirla. Bendiciones.
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