El Apóstol Pablo decía a su hijo espiritual Timoteo, que le recordaba de día y de noche en sus oraciones, y que siempre daba gracias a Dios por él. Pablo hacía memoria de la fe sincera que animaba a Timoteo, la cual antes también animaba a su abuela Loida y a su madre Eunice.
Una
recomendación que hace Pablo a Timoteo, es a avivar la llama del don de Dios;
a tener siempre presente que Dios no nos ha dado espíritu de timidez,
sino de poder, de amor y de dominio propio. También le decía que no se avergonzara de
dar testimonio del Señor; y que al contrario, era necesario soportar
sufrimientos por causa del evangelio.
Dios nos liberta del pecado, nos salva y nos
llama a una vida santa; no como consecuencia de nuestras propias obras, sino
por su propia determinación y gracia. Él nos concede este favor desde antes del
comienzo de los tiempos; y ahora lo ha revela a través de Cristo
Jesús, quien destruyó la muerte y sacó a la luz la vida incorruptible mediante
el evangelio.
Pablo,
por el evangelio, padeció grandes sufrimientos, pero nunca se avergonzó, porque
sabía en quién había creído, y estaba seguro de que había y hay poder para
guardar Sus promesas. Recomendó que con
fe y amor en Cristo Jesús, seguir el ejemplo de la sana doctrina, y que
la guardemos y cuidemos, con el poder del Espíritu Santo que habita en
nosotros.
Y
finalizando estos versículos, nos exhorta a no abandonar nunca al Señor,
quien con misericordia, nos da ánimo y rompe nuestras cadenas.
Estas recomendaciones fueron para
Timoteo en su momento, pero como la palabra de Dios es viva (Hebreos 4:12), y
nunca pasará (Lucas 21:33) está vigente para nosotros hoy.
Dios nos
busca sin descanso hasta encontrarnos. Que el Señor te
conceda hallar misericordia divina en aquel día.
Ten presente
que -aunque no lo sepas, o no lo creas- siempre hay quienes oran por ti al
Padre, quienes lloran por ti, y quienes anhelan verte disfrutar de la alegría,
el amor y la paz que solamente Cristo puede dar! Ahora bien, hay una decisión que no se puede
quedar….es la tuya.
Jesús hoy te dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré
con él, y él conmigo. (Apocalipsis 3:20)
De nosotros depende que el Señor nos
encuentre. Dios te bendiga y que Su
Espíritu Santo te dirija a toda verdad!
Wilda Messina /
21.12.12 - 15122021
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