Gálatas 6.7-8, 10 “No se engañen; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. Amén.
Una gran verdad bíblica es que todas nuestras
acciones y palabras tienen consecuencias. Cosechamos lo que sembramos.
Existe una batalla campal entre la
naturaleza del creyente, que es gobernada por el Espíritu, y su “carne”, que
es gobernada por la inclinación a pecar.
Pablo, en Gálatas 5.19-21, enumeró algunas de
las obras de la carne:
adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría,
hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas,
disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y
cosas semejantes.
En versículos 22-23, Pablo dice que el fruto
del Espíritu es:
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.
¿Cuál de esas dos listas refleja tu manera de
interactuar con los demás?
Es cierto que existen personas difíciles
de amar, pero cuando sembramos en ellas el fruto del Espíritu Santo, podemos
tener una cosecha de: corazón comprensivo, carácter piadoso y amor
genuino a Dios.
Ahora bien, quienes sigan sembrando para la
carne, seguirán teniendo influencia corrupta en su vida, así como
hacia los demás.
¿Qué les parece, si lo que nos caracteriza es
el fruto del Espíritu? Dios puede
permitir que se genere una cosecha agradable.
Feliz día. ¡Dios te
bendiga!
Evangelista Wilda
Messina
(Referencia:
En.Contacto)
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