30.11.23
Hebreos 12.6-7, 11 “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota al que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios trata como a hijos; porque ¿Qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. Amén.
Recordar el temor a la disciplina de nuestros padres, cuando éramos niños, nos trae muchas vivencias. Hoy entendemos que lo hacían por nuestro bien, para que aprendiéramos que el pecado y la desobediencia tienen consecuencias negativas. Y su objetivo era enseñarnos a ser buenos y responsables.
El Padre celestial también disciplina a sus hijos, pero con propósitos más elevados. Lo hace para entrenarnos en santidad, a fin de que reflejemos su semejanza.
La disciplina divina es correctiva; el Señor utiliza pruebas difíciles y circunstancias dolorosas para apartarnos de prácticas impías y enseñarnos camino de bien.
Al experimentar la disciplina de Dios, tomemos la corrección en serio. En vez de luchar contra el proceso, sería prudente cooperar fortaleciendo nuestras áreas de debilidad para no volver a caer.
Si tus problemas son resultado de tus acciones pecaminosas, confiésalas de inmediato y vuélvete al Padre en arrepentimiento y obediencia. Sus oídos y sus brazos están abiertos para ti.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda
Messina
(Referencia: En.Contacto)
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