02.10.23
Salmos 63.1-4 “Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos”. Amén.
Cuando David estaba en el desierto de Judá, el Señor parecía distante, y David anhelaba su presencia. Luego recuerda los tiempos en que vio la gloria de Dios en su santuario, cuando el Señor parecía más accesible.
A menudo pudiéramos no apreciar lo que va bien hasta que desaparece. Es lamentable que, hasta experimentar mucha sed, seamos capaces de saborear las bondades del agua viva de Cristo.
Podemos tardar años para darnos cuenta de que estamos en un desierto. Donde cada nuevo charco de barro pudiera verse brillar como espejismo; y hay quienes se sumergen en él, convencidos de haber encontrado algo gratificante. Pero solo el agua que da Cristo sacia la sed y promete vida eterna. Cualquier otra agua llevará a tener sed.
Cuán importante es permanecer sensibles a la guía de nuestro Salvador. Él promete enseñarte el camino en que debes andar; y aconsejarte con sus ojos puestos en ti (Salmos 32.8).
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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