Juan 15.12-14 “Este es mi mandamiento: Que se amen unos a otros, como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando”. Amén.
El Creador diseñó a las personas para que tuvieran cercanía emocional, mental y física; para que pudieran compartir con los demás.
El Señor Jesucristo enseñó a sus discípulos que debían amarse como Él los había amado. En la amistad que honra a Dios, dos personas se edifican y estimulan mutuamente, a fin de ser más como Cristo.
Hay gente que no tiene relaciones para alimentar su fe. En cambio, se conforman con conversaciones triviales, sobre cosas como el tiempo o las noticias del mundo. Cuán interesante es que supieran que las mejores relaciones se basan en conversaciones delicadas.
Las amistades fructíferas arriesgan su orgullo y conveniencia para hablar de su vida en Cristo o cualquier asunto destinado a motivarse unos a otros en santidad.
En confianza y humildad, dos personas pueden confesarse su pecado, reprenderse con amor y compartirse las cargas. Al compartir las batallas con los hermanos en Cristo, aprenderemos a ser más sinceros delante de Dios.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
Reflexión 30.10.2023
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