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Job 1.1,4,5 “Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; … Y habiendo pasado los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días”. Amén.
Cuando se habla de Job, se habla de su lealtad a Dios a pesar de sus pruebas. Ya que fue un hombre de absoluta integridad, como se puede concluir de los versículos 1 y 8. Y pasamos por alto la clase de padre que era.
Él se preocupaba por el bienestar espiritual de sus hijos, quienes hacían muchas celebraciones. Job, temprano, ofrecía holocaustos, por si habían pecado. Era tan reverente acerca de Dios que hacía todo lo posible para asegurarse de que sus hijos estuvieran en buenos términos con el Padre.
Job no titubeó, ni siquiera cuando le fue quitado todo. Sus amigos, en vez de apoyarle, expresaron dudas, y su esposa lo tentó a maldecir a Dios. Pero Job siguió honrando a su Creador y creyó que Dios triunfaría al final (19.25).
Vivir reverentemente delante de Dios moldea nuestra vida y conlleva a que sea alineado nuestro corazón con el suyo, y a anhelar que nuestros hijos caminen por rectos caminos, sin importar lo que se presente.
Feliz día. Y ¡que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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