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Romanos 7.15-17, 24
“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Amén.
Aunque Cristo ha liberado a los creyentes de la condenación del pecado, dejar de pecar sigue siendo difícil.
Todos podemos identificarnos con esa lucha que menciona el apóstol Pablo, pues también estamos esclavizados a muchas acciones y actitudes pecaminosas.
¿Cómo disfrutar la libertad que Cristo ha ganado?
Veamos 3 aspectos:
1. Reconocer que es un problema espiritual. Al aceptar a Cristo como Salvador, recibimos nueva naturaleza, pero seguimos viviendo en un cuerpo inclinado hacia el pecado; por eso, sentimos ese conflicto interno.
2. Examinar nuestros deseos. Vamos a preguntarnos: ¿por qué me deleito en mi pecado hasta ser dominado por la tentación? Si Dios no me ha dado espíritu de cobardía, y si de dominio propio (2 Timoteo 1.7)
3. Clamar al Señor por ayuda. Creamos, de todo corazón, que el Espíritu Santo nos capacitará para rechazar cualquier deseo pecaminoso y andar en obediencia a Dios.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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