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2 Corintios 7.8-10 “Porque aunque los afligí con la carta, no me pesa, aunque luego lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, los afligió. Ahora me gozo, no porque hayan sido afligidos, sino porque fueron afligidos para arrepentimiento; porque han sido afligidos según Dios, para que ninguna pérdida padezcan por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”. Amén.
Una madre encuentra a su niño con una caja de galletas en sus manos y masticando con rapidez. Lo primero que el niño dice es: “Perdón”. Es obvio que lamenta que lo encontraran, pero pudiera no estar contento con el castigo a recibir; quizás no esté arrepentido de haberse comido las galletas.
Los creyentes, muchas veces, enfocamos la confesión y el arrepentimiento de la misma manera.
El dolor suele acompañar la admisión de culpa, y los sentimientos de vergüenza y remordimiento son etiquetados como arrepentimiento. Sin embargo, ese arrepentimiento es superficial.
El arrepentimiento genuino va más allá del autorreproche; implica un sentimiento de dolor por haber agraviado a Dios al pecar contra Él.
Nuestro anhelo debe ser agradar a nuestro Padre celestial, y no afligirlo. Por eso, el verdadero arrepentimiento nos lleva a dejar el pecado y a practicar obediencia.
Al humillamos y arrepentimos de verdad, el Espíritu Santo derrama su poder y fuerza en nosotros para que vivamos apartados del pecado y en obediencia a nuestro Señor.
Muy feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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