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Salmos 146:8
«Jehová abre los ojos a los ciegos; levanta a los caídos; ama a los justos». Amén.
Toda situación difícil o enfermedad genera temor, angustia o preocupación.
Te recuerdo que Dios tiene grandes promesas para quienes están padeciendo. Con ellas ha plasmado Su amor y cuidado.
Ahora bien, las promesas del Padre, son -especialmente- para los que obedecen sus mandatos, y para quienes Le dejan abrir sus ojos y levantarle. (Independientemente de que Él es soberano, y hace como quiera, cuando lo desee).
Dice en Mateo 19.29: “Y cualquiera que haya dejado casas, hermanos, padres, mujer, hijos, o tierras, por mi Nombre, recibirá 100 veces más, y heredará la vida eterna”. ¡Maravilloso es contar con el privilegio de reclamar promesas de Dios!
Obedecer los mandatos de Dios, conlleva una condición “sine qua non” o condición sin la cual no es factible: que sea Jesucristo el Señor y Salvador de la vida. ¡Fuera de ahí, es bien difícil!
Quizás te pudieras preguntar: ¿Y cómo hago eso? Oh, con una sencilla, pero de corazón, oración de fe. Solo tienes que decir:
Señor Jesús: Reconozco que soy pecador.
He caminado fuera de tu voluntad.
Borra todas mis rebeliones.
Confieso que te necesito para continuar, y que ya no puedo más.
Hoy quiero recibirte como mi Salvador y Señor.
Por favor, escribe mi nombre en tu libro de La Vida. Amén.
Luego de ese significativo paso espiritual, ¡vienes a ser hijo de Dios!, con puertas abiertas para reclamar Sus promesas!
Veamos una promesa en Deuteronomio 31:6 «No temas, ni tengas miedo, porque Jehová Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará».
No tendrás miedo, ni serás desamparado cuando, por ser hijo de Dios, ¡te aferres a esta hermosa promesa!
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
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