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Cumplir con el propósito de Dios, comienza con un corazón limpio que le ame, y que quiera obedecerle. Aunque todos nacemos con la naturaleza pecaminosa, la salvación nos transforma (2 Corintios 5.17).
La muerte de Cristo en la cruz pagó la pena por nuestras transgresiones y destruyó el poder del pecado sobre nosotros. Al recibir a Cristo como Salvador, nos convertimos en nuevas criaturas, con corazones sensibles a la dirección del Espíritu Santo y con mentes que desean conocer mejor al Padre. Aprendemos a rechazar el pecado y a obedecer a Dios.
Pero ¿cómo mantener limpio el corazón? La mejor manera es meditando en las Sagradas Escrituras. Descubriremos las áreas donde hemos sido fieles, y también los puntos donde nos hemos desviado de su camino.
Expresar arrepentimiento genuino nos limpia (1 Juan 1.9). Al esforzarnos por seguir la voluntad del Señor, discernimos su plan y nos sometemos a Él.
Llegar a ser quien Dios desea que seamos, requiere relación estrecha con Él y deseo de obedecerlo. Separados de Él, nada podemos hacer (Juan 15.5).
Dejar al Espíritu Santo actuar, nos ayudará a mantener nuestro corazón limpio y abierto para Dios.
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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