03/08/2022
Nehemías 1.3-6
“Y me dijeron: El remanente cautivo,
allí en la provincia, está en gran mal y afrenta, el muro de Jerusalén
derribado, y sus puertas quemadas. Cuando oí estas palabras me senté y lloré,
hice duelo algunos días, ayuné y oré delante del Dios de los cielos. Y
dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible,
que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus
mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la
oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los
hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de
Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre
hemos pecado”. Amén.
El desánimo es como un peso sobre nosotros. Hace que todo sea más difícil. Nos disminuye la risa y el gozo.
Los motivos del desánimo pueden variar mucho: insatisfacciones, críticas, estar fuera de las expectativas, relaciones difíciles, pruebas, falta de salud, dudas, etc.
Nehemías nos enseña cómo manejar el desánimo. Al escuchar del mal estado de Jerusalén y la situación del remanente judío, se sintió afligido, pero en su tristeza, oró al Señor.
Sabía que Dios podía cambiar la situación. Nehemías alabó al Padre, confesó su pecado y el de la nación, recordó las promesas divinas y presentó petición.
Ante tu desánimo: clama al Padre celestial. Enfocándote en Él y no en tus problemas. ¡Él responderá!
¡Feliz día, y que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.contacto)
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