21.05.2022
Salmos 150
"Alaben a Dios en su santuario; en la magnificencia de su firmamento. Por sus proezas; conforme a la muchedumbre de su grandeza. Alábenle a son de bocina; con salterio y arpa. Con pandero y danza; con cuerdas y flautas. Con címbalos resonantes; con címbalos de júbilo. Todo lo que respira alabe a Jehová. Aleluya". Amén.
Alabar a nuestro Padre celestial es aplaudirlo por ser Él quién es, y por lo que ha hecho. Es liberarnos de nuestras emociones para expresar la adoración abierta y confiada al Señor.
Cuando alguien ama a otro, la respuesta más natural es elogiarle. De la misma manera, quienes aman a Cristo descubren que la alabanza viene con facilidad a sus labios.
En esta sociedad egoísta, se está más interesado en satisfacer las necesidades. Por desgracia, esa misma actitud se ha infiltrado en algunas iglesias. Y Dios no quiere que pensemos de manera egoísta.
La alabanza levanta nuestros ojos a Cristo, y llena nuestro corazón con esa satisfacción que nunca tendremos, si nos centramos en nuestros problemas y necesidades.
Aunque la alabanza y la adoración están asociadas, por lo general, con los servicios de la iglesia, ellas deben caracterizarnos en dondequiera que estemos.
Algunas de las experiencias más íntimas y preciosas de la adoración, pueden ocurrir en esos momentos pasados a solas con Dios.
Si te das cuenta que tu alabanza carece de vitalidad, expresa tu deseo sincero al Señor aprendiendo a alabarle de corazón.
Enfocarse en la adoración es la clave. Recuerda las maneras en que Dios ha cuidado de ti, y dile lo grande que es Él para ti.
Muy feliz día, y que ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(TPSH 29042016)
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