“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”. Amén.
Existe gran contraste entre lo que la Palabra de Dios enseña y el mundo promueve. La cultura valora el poder, protagonismo y ambición, pero para los reales cristianos, servir a Dios es el más alto honor.
Todo creyente está llamado a servir al Señor, en situaciones, vocaciones, vecindarios, comunidades, etc., donde podamos impactar mediante Cristo.
Pensemos en la madre que se queda en casa y cría a sus hijos con amor y respeto al Señor; o en el hombre postrado en cama que ora por su familia y por la de la fe. Aunque ninguna de esas responsabilidades implica poder o reconocimiento del mundo, ambos sirven al Señor, y Él se agrada de esa fidelidad.
Ninguna posición es sin importancia en el reino de Dios. El tipo de asistencia puede cambiar, pero recordemos que siempre debemos estar a su servicio. Para lograr los planes de Dios, Él utilizará cualquier habilidad o dones que tengamos.
¡Es un extraordinario privilegio ser parte de la obra de Dios en la Tierra! Aunque Él no necesita nuestra ayuda, ha elegido incorporar nuestras contribuciones a su plan perfecto.
Aunque no podemos hacer nada sin su ayuda, Él se siente honrado por nuestro servicio. ¡Seamos dignos de sus asignaciones y encomiendas!
Muy feliz día, ¡y que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
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