Mostrar misericordia a quienes nos lastiman no es tan propio de la raza humana. Justificamos nuestras faltas de perdón basados en las injusticias o daños que nos hubiesen hecho, pero Dios nos manda a ser misericordiosos. Quienes hemos probado la misericordia divina, normalmente practicamos un estilo de vida perdonador.
¿Por qué no obedecemos? Porque el orgullo lo impide. Hay veces que hemos sido tan lastimados o tratados de manera tan injusta, que tenemos la mente llena de dolor, y nos quedamos atascados en el pasado. Y es de ahí, donde NO visualizamos la posibilidad de perdonar.
Una actitud rencorosa puede tener muy malas consecuencias, entre ellas: relaciones rotas, esclavitud emocional, e indiferencia para con el Señor. Cuanto más nos aferremos a nuestro enojo, más afectada se verá la comunión con otros y con nuestro Padre celestial.
Como consecuencia de nuestro rencor, con el transcurrir del tiempo, nos podemos volver amargados y hostiles, y eso NO corresponde con lo que somos en Cristo. Es difícil perdonar a quienes nos calumnian, tratan mal, o hieren, pero el comportamiento de aquellos no es razón para negarles la misericordia.
Dios nos llama a perdonar, así como Él nos perdonó.
Feliz día. ¡Y que Dios te bendiga!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia:
En.Contacto-TPSH250815)
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