Juan 1.12-13 "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios".
Desde el principio, la intención de Dios fue tener una relación personal y amorosa con nosotros. ¿Qué evidencias tenemos?
Su Hijo. Una de las razones de la venida de Cristo al mundo es que conozcamos al Padre y tengamos comunión con Él. La Biblia nos dice que Jesús es su representación exacta -y la única- aquí en la tierra; sus palabras y sus obras fueron las mismas del Padre (Juan 5.19). Cuando miramos al Hijo, estamos viendo el carácter del Padre celestial.
Su invitación. Dios nos invita, por medio de la Biblia, a unirnos a su familia (Juan 3.16). Él se encargó de preparar cada uno de los detalles; a nosotros nos corresponde aceptar la invitación.
Su adopción. El lazo más cercano existente es la familia. El Señor nos invita a ser miembros de su familia por medio de la fe en Cristo. En el momento de la salvación, el Señor nos adopta en la suya. Esta relación con nuestro Padre celestial dura por la eternidad, dándonos sustento, aliento y amor.
Su amistad. Al llamar “amigos” a sus discípulos (Juan 15.15), Jesús reveló un nuevo aspecto en cuanto a su relación: Cristo es un amigo que nunca nos abandonará.
Su presencia. A partir del momento de nuestra salvación, el Espíritu Santo habita en nosotros. Este es nuestro llamamiento supremo: creer en Él y vivir para Él todos los días de nuestra vida (Juan 20.31). Al tener al hijo de Dios, y a su Espíritu obrando en nosotros, seremos parecidos a su familia... en pensamientos, palabras y acciones.
¡Feliz día, y que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto-TPSH 300316)
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