Jueves 09.05.19
Jeremías 2.13, 20-22 “Porque
dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron
a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas que no retienen
agua. Porque desde muy atrás
rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste:
No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol
frondoso te echabas como ramera. Te
planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo te has vuelto sarmiento de vid extraña? Aunque te laves con
lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún
delante de mí, dijo Jehová el Señor”.
“Un bolígrafo de tinta azul se había
escondido entre toallas blancas; sobrevivió a la lavadora, pero explotó en la
secadora. Hubo manchas azules por todas partes. Fueron toallas arruinadas. No
hubo blanqueador que removiera esas oscuras manchas. Todas las toallas quedaron
como trapos”.
Esta
breve historia recuerda el lamento del profeta Jeremías, al describir los
efectos del pecado. Israel rechazó a
Dios para volverse a ídolos; con lo que el pueblo generó una mancha permanente
en su relación con Dios. Jeremías les dijo: Aunque se laven con lejía y jabón,
la mancha del pecado permanecería ante Dios. NO tenían poder para revertir el daño.
Sin ayuda es imposible quitar la mancha de tu
pecado. Jesús hizo lo que tú no podías. Mediante el poder de su
muerte y resurrección, te limpia de todo tu pecado (1 Juan 1:7).
No hay mancha de pecado que Jesús no pueda
quitar. Dios está dispuesto y listo para lavar los efectos del
pecado de todos los que se vuelven a Él. Por
medio de Cristo, puedes vivir cada día con libertad y esperanza!
¿Cómo te sientes al saber que Jesús quitó la
mancha de tu pecado? Solo la sangre de Cristo lo hace!
Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: NuestroPanDiario)
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