18.3.19
Lucas 18:11-14 “El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo
de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres,
ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la
semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni alzar los ojos al cielo,
sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os
digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado;
y el que se humilla será enaltecido”.
¿Alguna vez
escuchaste ese tipo de oración, o de tus labios salieron palabras como esas?
Analizando los
personajes, cada oración fue distinta: la
del fariseo, llena de vanidad y ego; mencionaba
a Dios lo justo que era. ¿Alguna vez has actuado como fariseo? ¿Te has creído
que todo lo haces bien? Tú también puedes
equivocarte, y jamás serás inocente
delante de Dios tratando de ocultarte tras buenas obras.
El publicano, por
su condición no era visto de forma favorable, y era tratado con desprecio, pero
su actitud pudo conmover el corazón de
Dios. Estaba avergonzado y humillado por lo hecho, ni alzar los ojos pudo, sólo pedía perdón y misericordia.
No pierdas tiempo
pensando que por tus medios llegarás a ser limpio. Hoy se extienden las manos de perdón de Dios ¿Vas a rechazarlas?
La parábola termina
con: “cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Fariseo y publicano representan actitudes típicas de nuestra época: el
orgullo y la humildad. ¿Con cuál de los dos te identificas? O ¿Cuál de los
dos serías tú? Medita…
¡Feliz inicio
de semana, y que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda
Messina
(Referencia: CVClaVoz)
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