Última parte de “La carta del mes”, pastor Charles Stanley, basada en Juan 4.20-24.
Adoración, en hebreo, significa inclinarse en sujeción y reverencia. Es la actitud que se debe tener al congregarse para alabar y honrar a Dios.
Adoración requiere espíritu de arrepentimiento. El pecado es obstáculo para la relación con Dios, y hace que los esfuerzos no tengan valor. El Señor no se deleita en alabanzas que se ofrecen con corazones impuros; y hay veces que vamos a la iglesia con ira, resentimiento o pecado oculto. Los sacrificios de Dios son un espíritu quebrantado; y un corazón contrito y humillado… Así sí ofreceremos genuina alabanza.
Adoración no se trata de tu experiencia personal, sino del honor y la gloria a Dios, es tener un espíritu centrado en Él. Exaltarás y alabarás sus maravillosos atributos y obras; llevando con humildad las peticiones, y devolviéndole una parte de lo que Él te ha dado y has aprendido de su Palabra.
Aunque al adorarle seas bendecido por Dios, lo que recibas nunca debe ser tu motivo de adoración. La alegría, la paz y el deleite que sientas en la presencia de Dios son más razones para alabarlo y agradecerle.
¿Cómo prepararte para adorar a Dios en cada culto? Tu adoración pública debe ir precedida de alabanza en privado. En los momentos a solas con Dios, se aprende a conocerle mejor; y a medida que se aumenta su conocimiento y comprensión, crecerá tu amor por Él. Sea el amor por Dios lo que te alimente y motive a alabarlo y adorarlo. Cuando Dios se convierte en tu mayor deleite, la adoración es tu expresión de mayor gozo.
¡Que Dios nos bendiga, y nos ayude a ser verdaderos adoradores!
Wilda M.V.
(Referencia: EnContacto)
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