2.5.18
Marcos 4:35-40 "Aquel día, al llegar la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad, y entraban las olas en la barca, de tal manera que se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué están así amedrentados? ¿Cómo no tienen fe?"
Una vez mis abuelos y yo estábamos pescando en un lago. Cuando el sol se puso, una rápida tormenta se desató. Mi abuelo me dijo que me sentara en la popa, para no voltearnos. En ese momento empecé a orar, aterrorizado.
Le pedí a Dios que me tranquilizara y nos protegiera. La tormenta no se calmó, pero pudimos llegar a la orilla sanos y salvos.
Jesús si que sabe de tormentas. Lo pudimos ver en el relato de aquella noche; cómo él probó y venció; cómo calmó las aguas, e incrementó la fe de sus discípulos.
Del mismo modo, Jesús nos invita, en nuestras tormentas, a confiar en Él. Habrá veces que Él calme milagrosamente el viento y las olas. Otras, hará algo igualmente milagroso, fortalecerá nuestro corazón y nos ayudará a confiar en Él.
Descansemos en la convicción de que Él tiene poder para decirle al oleaje de tus problemas: Calla, enmudece.
Ningún peligro puede acercarse más a ti, de lo que puede hacerlo un Cristo vivo y de poder, cuando a Él le clamas!
Feliz miércoles, y que Dios te bendiga!
Wilda M.V.
(Referencia: Nuestro pan diario)
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