lunes, 2 de abril de 2018

“Jesucristo: Obediente hasta la muerte”


Meditación 2.4.18
Filipenses 2.5-11Haya, pues, en ustedes este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
Imagínese que alguien le pregunte si Jesucristo es el Señor de su vida. ¿Sabe cómo respondería? Después, piense en la última vez que Dios le ordenó hacer algo. Si obedecerlo fue demasiado difícil, es probable que aún no le haya dado a Cristo el señorío sobre su vida. Cuando los cristianos sienten la necesidad de consultar con alguien antes de obedecer lo que saben que Dios está diciéndoles que hagan, es posible que se deba a algún ídolo en el camino, ya sea el orgullo, una relación o una aspiración.
Nuestro Padre sabe que obedecerle puede ser una prueba para todos, incluso para el Hijo. Podemos ser alentados por el ejemplo de Jesucristo en el huerto de Getsemaní, donde luchó en oración con la voluntad de su Padre. El Señor estaba comprometido a ser obediente, pero aún luchaba. ¿Se ha preguntado usted alguna vez qué vio el Señor en la “copa” cuando oró para que Dios la dejara pasar de Él, de ser posible? (Mateo 26.39).
Al menos 4 cosas habrían hecho a cualquiera de nosotros desear alejar esa copa:
1. El sufrimiento que soportaría Jesucristo al ser crucificado.  2. La carga del pecado del mundo entero. 3. La deserción de sus discípulos.  4. La separación que sentiría de su Padre.
Vemos a Cristo como Dios, y lo es, pero a veces olvidamos que no podemos separar su humanidad de su deidad. Su sufrimiento y su dolor fueron más grandes de los que cualquiera de nosotros conocerá jamás. Sin embargo, aunque afligido hasta la muerte, tomó la decisión de obedecer al Padre, enseñándonos que podemos realizar lo más difícil cuando vivimos en sumisión a Dios.
(EnContacto.org)

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