Meditación 20.3.18
2 Timoteo 4.16-18
“En mi primera defensa ninguno
estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta.
Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese
cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la
boca del león. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su
reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
Mientras escribía a Timoteo, Pablo estaba en prisión
experimentando incomodidades físicas, ataques personales y deserciones. ¿Por
qué permitía Dios que su fiel siervo soportara ese sufrimiento? ¿Por qué no
intervenía el Señor para protegerlo?
A veces, Dios no nos evita el sufrimiento porque nos está
dando o preparando algo mejor. Podemos sentir que nos
ha abandonado, pero, en realidad, está protegiéndonos, no mediante la
liberación, sino por medio del fortalecimiento.
Cuando las dificultades lleguen a tu vida, míralas desde
la perspectiva del Señor, y hágase estas
preguntas:
¿Cuál es una mayor demostración del poder de Dios: cambiar algo que está a mi alrededor o cambiar algo dentro de mi corazón?
¿Cuál es el mayor creador de fe: ver la liberación del Señor en cada dificultad, o experimentar su
presencia y su fortalecimiento en medio de las pruebas?
¿Cuál recompensa es mayor: el rápido alivio del dolor, o una fe probada y purificada que resultará
en alabanza y gloria cuando Cristo regrese (1 Pedro 1.7)?
¿Cuál respuesta a la oración es más grande: que el Señor haya eliminado algo y me haya dado paz externa, o que me
haya dejado en una prueba y me haya dado una paz interna, que no puede ser
robada ni siquiera por las circunstancias dolorosas?
¿Tiene el Señor que arreglar algo para que seas feliz? Si
elimina una situación difícil, usted nunca aprenderá que Él es lo único que
necesita. En vez de eso, permítele que te cambie, y descubrirás un gozo
genuino en cualquier circunstancia que pueda aparecer en su camino.
(De Encontacto.org)
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