Jueves 8.2.18
Juan 18:15-18, 25-27 "Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; mas Pedro estaba fuera, a la puerta.
Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro. Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.
Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No lo soy. Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo".
Nosotros también tenemos nuestras inseguridades y miedos. Pedro supo sobre el miedo. Cuando arrestaron a Jesús, demostró valentía al seguirlo hasta el patio del sumo sacerdote. Pero, luego, mostró temor al mentir para protegerse, y negó al Señor. Sin embargo, Jesús nunca dejó amarlo y, finalmente, lo restauró (ver Juan 21:15-19).
1 Pedro 4:8, surge de alguien que experimentó el profundo amor de Jesús. Por eso, enfatiza la importancia del amor entre nosotros, al decir: «ante todo». Tras lo cual nos insta: «tened entre nosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados».
Después de alguna culpa o vergüenza por algo dicho o hecho, necesitas ser cubierto de la manera que Jesús cubrió a tantas personas en los Evangelios.
Para los seguidores de Cristo, el amor es una manta que debemos dar con gracia y valor para consolar a los demás. No solo seamos receptores de ese amor tan grandioso, sino también dadores.
Seamos instrumento del amor salvador de Jesús para los demás.
Dios nos ama; entonces amémonos unos a otros.
Dios te bendiga!
Wilda M.V.
(Referencia: Nuestro pan diario)
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