Meditación 09.02.18
Juan 16.23-27 “En aquel día no me preguntarán nada. De cierto, de cierto les digo, que
todo cuanto pidieran al Padre en mi nombre, se lo dará. Hasta ahora nada han
pedido en mi nombre; pidan, y recibirán, para que su gozo sea cumplido. Estas
cosas les he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no les hablaré por
alegorías, sino que claramente les anunciaré acerca del Padre. En aquel día
pedirán en mi nombre; y no les digo que yo rogaré al Padre por ustedes, pues el
Padre mismo les ama, porque ustedes me han amado, y han creído que yo salí de
Dios”.
¿Estás seguro de que el Señor escuchará y responderá tus
oraciones? Uno de los motivos por el que puedes llegar a luchar con la duda es
el desconocimiento de lo que Dios ha hecho para que podamos venir delante de Él
con nuestras peticiones.
Asociación. Nuestro pecado
nos separó de Dios, pero Cristo entregó su vida en la cruz como pago por la
condena que merecíamos por el pecado. En el momento que fuimos salvos, entramos
en una asociación íntima con Dios-Padre por medio de su Hijo.
Acceso. Junto con nuestra nueva
relación viene el acceso al trono de la gracia, donde podemos llevar con valor
y confianza nuestras preocupaciones a Dios.
Autoridad. En los
Evangelios, las oraciones del Señor Jesucristo iban acompañadas del poder de su
condición divina. Ahora, por nuestra asociación con Él por medio de la
salvación, Jesucristo nos ha dado el privilegio de orar en su nombre
conforme a su poder y autoridad.
Acuerdo. Pero la oración
ofrecida en el nombre de Jesús siempre debe estar de acuerdo con lo que Él
pediría. En otras palabras, nuestras
peticiones deben alinearse con el carácter de Dios y el contenido de su Palabra.
Garantía. Cuando el Señor dijo a
sus discípulos que respondería a las peticiones ofrecidas en su nombre, estaba
afirmando que podemos orar con seguridad gracias a nuestra asociación y acuerdo
con Él.
Cuando no estemos seguros de si nuestras
peticiones están de acuerdo con lo que Jesús pediría, podemos sentirnos
reconfortados al saber que Cristo está sentado a la diestra del Padre,
intercediendo siempre por nosotros conforme a la voluntad del Padre celestial.
(De Encontacto)
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