Meditación 12.01.18
Filipenses 1.27-30 “Solamente que se comporten como es digno del evangelio
de Cristo, para que, sea que vaya a verlos, o que esté ausente, oiga de ustedes
que están firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del
evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos
ciertamente es indicio de perdición, más para ustedes de salvación; y esto de
Dios. Porque a ustedes les es concedido a causa de Cristo, no
sólo que crean en él, sino también que padezcan por él, teniendo el mismo
conflicto que han visto en mí, y ahora oyen que hay en mí”.
Uno de los mejores regalos que podemos dar a los nuevos
creyentes es la información de lo que pueden esperar en la vida cristiana.
Después de recibir el perdón de los pecados y de haberse convertido en nuevas
criaturas en Cristo, pudieran esperar que la vida se convierta en una
maravilla. Y es así, porque tenemos el Espíritu Santo, y la paz y el gozo de
Cristo están en nosotros. Sin embargo, también existe la posibilidad de que
suframos.
Cristo nos salva del pecado, no de las dificultades. Todo el dolor, el sufrimiento, las dificultades y los problemas del mundo
se originaron en el huerto del Edén por la transgresión de Adán y Eva. Desde
entonces, la humanidad ha vivido en un ambiente caído y en esclavitud personal
al pecado. Cristo nos liberó de la culpa y del castigo por nuestras
transgresiones, pero no nos ha eximido del dolor y del mal que es común a todos
los seres humanos.
De hecho, una vez que creemos en Cristo, otro problema
puede surgir: el sufrimiento por el amor al Señor. Nos gustaría pensar que
todos los que nos rodean estarán tan entusiasmados como nosotros por la oferta
de salvación de Jesucristo. Pero, en realidad, hay muchos enemigos del
evangelio. A veces, los miembros de la familia pueden rechazarnos; y los
compañeros de trabajo, burlarse de nosotros. En algunos lugares del mundo, los
creyentes sufren persecución física e incluso la muerte.
Entonces, ¿qué debemos hacer, y cómo debemos
comportarnos? Cuando el mundo está contra nosotros, necesitamos la compañía
y el aliento de la iglesia. Juntos, podemos conducirnos de una manera
digna del evangelio, permanecer firmes en un solo espíritu y luchar juntos por
la fe.
(De Encontacto)
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