martes, 28 de noviembre de 2017

“Herederos de una gran herencia”  


Meditación 28 de noviembre de 2017

Efesios 1.9-14 “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.

¿Sabía usted que es heredero de una riqueza inimaginable que nunca se desvanecerá? Si ha creído en Cristo, Dios le tiene una herencia reservada en el cielo. De hecho, Él dice que ya se le ha dado (vs.11). Su derecho a esta fortuna no se basa en nada de lo que haya hecho, sino en quién es. Si usted pertenece a Cristo, ella le pertenece y le será revelada en el tiempo postrero (1 Pedro 1.4, 5).

Nadie puede quitarnos nuestra herencia, porque Dios la ha garantizado al sellarnos con su Espíritu Santo. La operación ha concluido, y solamente espera la consumación final cuando todo estará bajo el dominio de Cristo. Este sello demuestra su propiedad y autoridad sobre nosotros, y un día llegará nuestra plena redención.

Desde luego, todos queremos saber lo que vamos a heredar. Gran parte de la herencia está más allá de nuestra comprensión limitada, pero la Biblia nos da algunas pistas. Una parte implicará la transformación de nuestro cuerpo y alma. El objetivo para el cual Dios nos predestinó se realizará cuando estemos de pie delante de Él, conformados a la imagen de su Hijo (Romanos 8.29; 1 Juan 3.2). Y estos cuerpos débiles y perecederos se transformarán en cuerpos poderosos y gloriosos que estarán libres del pecado y de la muerte (Filipenses 3.20, 21).

¿Por qué ha hecho el Señor todo esto para nosotros? Para poder mostrarnos por toda la eternidad “las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2.7). Por amor y gratitud a esa bondad tan sorprendente, dediquemos cada día a vivir para Él.
(De Encontacto.org)

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