Meditación 28 de
noviembre de 2017
Efesios 1.9-14 “Dándonos a conocer el misterio de
su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de
reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los
tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En
él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito
del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que
seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en
Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con
el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la
redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.
¿Sabía usted
que es heredero de una riqueza inimaginable que nunca se desvanecerá? Si ha creído en Cristo, Dios le tiene una herencia
reservada en el cielo. De hecho, Él dice que ya se le ha dado (vs.11).
Su derecho a esta fortuna no se basa en nada de lo que haya hecho, sino en
quién es. Si usted
pertenece a Cristo, ella le pertenece y le será revelada en el tiempo postrero
(1 Pedro 1.4, 5).
Nadie puede
quitarnos nuestra herencia, porque Dios la ha garantizado al sellarnos con su
Espíritu Santo. La operación ha concluido, y solamente espera la consumación
final cuando todo estará bajo el dominio de Cristo. Este sello demuestra su
propiedad y autoridad sobre nosotros, y un día llegará nuestra plena redención.
Desde luego,
todos queremos saber lo que vamos a heredar. Gran parte de la herencia está
más allá de nuestra comprensión limitada, pero la Biblia nos da algunas pistas.
Una parte implicará la transformación de nuestro cuerpo y alma. El objetivo
para el cual Dios nos predestinó se realizará cuando estemos de pie delante de Él,
conformados a la imagen de su Hijo (Romanos 8.29; 1 Juan 3.2). Y estos cuerpos débiles y perecederos se transformarán en cuerpos
poderosos y gloriosos que estarán libres del pecado y de la muerte (Filipenses 3.20, 21).
¿Por qué ha hecho
el Señor todo esto para nosotros? Para poder mostrarnos por toda la eternidad
“las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús” (Efesios 2.7). Por amor y gratitud
a esa bondad tan sorprendente, dediquemos cada día a vivir para Él.
(De Encontacto.org)
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