miércoles, 8 de noviembre de 2017

“Amados, pero perdidos” 


Meditación 8.11.17

Juan 3.16-19  “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”.

Por la fe en el Señor Jesús, pasamos de nuestra condición perdida a la adopción en la familia de Dios. A menos que pongamos nuestra fe en Cristo, nos enfrentamos a la separación permanente del Padre celestial. En el día del juicio, el destino eterno de cada persona será determinado según su estado espiritual. Los miembros de la familia de Dios vivirán en el cielo con Él. Pero quienes permanezcan ciegos a la verdad divina, que se encuentra solamente en Cristo, serán enviados a una vida de tormento eterno (Apoc. 20.12-15).

Muchas personas tienen problemas para compaginar esta enseñanza con el concepto de un Dios amoroso. Razonan que el amor no condenaría a nadie al tormento. La verdad es que el Padre celestial desea la reconciliación con el hombre, no la separación. Su amor por nosotros lo motivó a darnos todo lo que necesitamos para recibir perdón y así reconciliarnos con Él. La persona tiene la alternativa de rechazar o aceptar la provisión de Dios de Jesús como el remedio al problema del pecado. Una persona no salva no puede culpar a Dios por su estado eterno; su sufrimiento se deberá a su rebeldía contra el Señor.

Otra objeción común es “El amor debe aceptar a la persona, basándose en su moralidad y sus buenas obras”. Este argumento da por sentado que Dios pasa por alto el pecado, y que basa su decisión en la conducta de la persona. Pero, por Él ser santo y justo, no permitirá que el pecado quede impune. No obstante, por su gran amor, proveyó un medio para que nuestra deuda de pecado fuera pagada, por medio de la muerte expiatoria de Jesucristo.

Dios no actúa con favoritismo. Él brinda su amor a todo el mundo perdido, e invita a todos a venir a Él por medio de la fe en su Hijo Jesucristo.
(Encontacto.org)



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