Meditación
24.10.17
Mateo 18.21-35 “Entonces se le acercó Pedro y le
dijo: Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta
7? Jesús le dijo: No te digo hasta 7, sino aun hasta 70 veces 7. Por lo
cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con
sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le
debía 10,000 talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor
venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la
deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten
paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a
misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló
a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le
ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a
sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo
sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a
su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo:
Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú
también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?
Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo
que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis
de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”.
El perdón puede
definirse como dejar el resentimiento contra alguien y renunciar al derecho de
desquitarse; mientras que la falta de perdón exige que el culpable pague por el
mal que hizo.
Según estas
definiciones, el no perdonar parece ser lo justo, y perdonar, injusto. Esta es
la razón por lo que resulta tan difícil perdonar. El perdón está en contra
de la conciencia de lo que es justo, que nos ha sido dada por Dios. Sin
embargo, ¡Dios nos llama a perdonar a quienes no lo merecen!
Para evitar
perdonar, nos repetimos una y otra vez el daño sufrido, hasta que nuestro deseo
de venganza y el dolor que sentimos parecen totalmente justificados. Convencidos de nuestro derecho de estar
enfadados, exigimos el pago, pensando que no darle a una persona el castigo
que merece, ¡no es justo!
El Padre
celestial enfrentó el mismo dilema. Toda la humanidad había pecado y merecía
la separación eterna de Él. Pero Dios no podía perdonar el pecado
arbitrariamente, porque entonces dejaría de ser justo. Nuestro perdón es
posible solo porque la justicia divina fue satisfecha por el pago que hizo el
Hijo por nuestros pecados. Ahora Dios es libre para perdonarnos
legítimamente.
Cuando
aceptamos el perdón del Señor, renunciamos a guardar resentimiento. Un corazón que no perdona es muy
desdichado, porque está alejado de Dios, que es la fuente de toda paz y
felicidad.
¿El
pensar en alguna persona, o verla, despierta en usted rencor? Aferrarse al resentimiento le mantendrá
prisionero de la turbación emocional, pero renunciar al mismo
le hará libre. Cristo ha dado la llave del perdón. Tómela, abra la puerta del calabozo y
salga a la luz.
(Encontacto.org)
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