Meditación 19.10
1 Corintios 3.6-15
“Yo planté,
Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni
el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y
el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su
recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos
colaboradores de Dios, y ustedes son labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme
a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el
fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está
puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este
fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno,
hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta;
porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de
cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere
la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si
la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo,
aunque así como por fuego”.
El objetivo que Dios nos ha dado es que glorifiquemos a
nuestro Padre celestial. Efesios 2.10 arroja luz en cuanto al medio de lograrlo:
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras”.
Como creyentes, somos responsables de hacer la obra
del Señor. Un día estaremos ante el tribunal de Cristo para rendir
cuenta de nuestro servicio. “Tribunal” puede ser una palabra intimidante.
Pero recuerde que Jesús nos redimió por su muerte y resurrección, y pagó la
pena por nuestros pecados. Él recibió nuestro castigo, y ya no enfrentamos la
condenación (Romanos
8.1). El tribunal de Cristo será para recibir la
recompensa que Él le dará a cada creyente.
En esa evaluación, Dios someterá a prueba nuestras
acciones. El pasaje de hoy compara esto con probar la calidad de una
sustancia por medio del fuego. Después de que el fuego consuma los motivos
impuros y las tareas sin valor, el Señor dará la recompensa por lo que haya
quedado.
Desde afuera, puede parecer que tenemos una vida de
obediencia, esforzándonos por honrar al Señor Jesús. Muchas tareas parecen abnegadas y estimables, pero debajo de su noble
apariencia no tienen la motivación correcta. Puesto que nuestro deseo
debe ser agradar a Cristo, podemos pedirle que purifique y cambie
nuestro corazón.
¿Cuánto tiempo y energía invirtió sirviendo a
Cristo para gloria de Él esta semana? Esto puede
incluir cualquier tarea, no solo los esfuerzos relacionados con la iglesia. Pídale a Dios que le indique si
usted actúa con alguna motivación egoísta que necesita ser puesta bajo la
autoridad de Él.
(EnContacto.org)
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