jueves, 19 de octubre de 2017

“La recompensa del creyente”


Meditación 19.10

1 Corintios 3.6-15Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y ustedes son labranza de Dios, edificio de Dios.  Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”.

El objetivo que Dios nos ha dado es que glorifiquemos a nuestro Padre celestial. Efesios 2.10 arroja luz en cuanto al medio de lograrlo: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras”.

Como creyentes, somos responsables de hacer la obra del Señor. Un día estaremos ante el tribunal de Cristo para rendir cuenta de nuestro servicio. “Tribunal” puede ser una palabra intimidante. Pero recuerde que Jesús nos redimió por su muerte y resurrección, y pagó la pena por nuestros pecados. Él recibió nuestro castigo, y ya no enfrentamos la condenación (Romanos 8.1). El tribunal de Cristo será para recibir la recompensa que Él le dará a cada creyente.

En esa evaluación, Dios someterá a prueba nuestras acciones. El pasaje de hoy compara esto con probar la calidad de una sustancia por medio del fuego. Después de que el fuego consuma los motivos impuros y las tareas sin valor, el Señor dará la recompensa por lo que haya quedado.

Desde afuera, puede parecer que tenemos una vida de obediencia, esforzándonos por honrar al Señor Jesús. Muchas tareas parecen abnegadas y estimables, pero debajo de su noble apariencia no tienen la motivación correcta. Puesto que nuestro deseo debe ser agradar a Cristo, podemos pedirle que purifique y cambie nuestro corazón.

¿Cuánto tiempo y energía invirtió sirviendo a Cristo para gloria de Él esta semana? Esto puede incluir cualquier tarea, no solo los esfuerzos relacionados con la iglesia. Pídale a Dios que le indique si usted actúa con alguna motivación egoísta que necesita ser puesta bajo la autoridad de Él.
(EnContacto.org)

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