viernes, 18 de agosto de 2017

“La confesión de pecado“


Meditación 18.8.17

1 Juan 1.5-7 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.

La primera epístola de Juan no es sobre la salvación, aunque habla de la necesidad de confesar el pecado. Esta carta está escrita a personas que ya tienen una relación con Dios, pero que necesitan recordar cómo permanecer en comunión constante con Él. El Padre celestial quiere que los creyentes disfruten de su presencia, pero para eso deben primero ocuparse de su pecado.

Aunque los cristianos hemos sido hechos nuevos en Cristo (2 Corintios 5.17), no somos perfectos, y por tanto pecamos. Somos seres humanos con un cuerpo físico que conserva todas sus necesidades naturales de comida, sexo, descanso y placer. Cuando estos deseos están bajo el control del Espíritu Santo, tenemos vidas gozosas que honran a Dios. Pero si cedemos a la tentación de apaciguar la carne, invitamos a las tinieblas a introducirse en nuestra vida.

Es importante entender que andar por un momento en tinieblas no significa que un creyente ya haya perdido su salvación. Pero podemos elegir vivir fuera de la voluntad de Dios, y desviarnos a una senda oscura de pecado por un tiempo. Puesto que las tinieblas y la luz no pueden coexistir, tratar de hacerlo llenará nuestro espíritu de tensión. Confesar a Dios nuestros pecados ahuyenta la oscuridad y devuelve la paz.

El creyente en comunión con Dios irradia paz y contentamiento. Debemos deleitarnos en el Señor (Salmos 16.11) pasando tiempo en su presencia, pensando en cómo agradarlo y compartiendo con quienes nos rodean. Confesar nuestro pecado mantiene fuerte nuestra comunión con el Señor y lo glorifica. (EnContacto.org)


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