Meditación 21.4.17
Apocalipsis 20.11-15 "Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego".
Desde el momento en que nacemos comienza una cuenta regresiva de nuestra vida. Cada tictac del reloj nos acerca un paso más a nuestra inevitable cita con Dios. Cada uno estará de pie frente a Él antes de entrar a nuestro destino eterno.
Desgraciadamente, algunos estarán decepcionados por lo que habrán de recibir. El mismo Jesús advirtió: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre ...? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7.22-23).
El único camino para la salvación eterna es la fe en Jesús. En realidad, nuestro pecado nos ha separado del Padre celestial. Pero el Hijo de Dios ofrece la solución a este problema universal: Cristo tuvo una vida perfecta, y luego murió como un pecador en la cruz para pagar la deuda que cada uno de nosotros tenía (Romanos 6.23). Después de 3 días se levantó de la tumba, derrotando así la muerte y el mal. Al aceptar su sacrificio a nuestro favor, ya no tenemos que vivir apartados de Dios.
Para recibir este maravilloso regalo, debemos simplemente creer en Jesús y en lo que Él hizo. Como resultado, nos convertimos en nuevas criaturas (2 Corintios 5.17), y pasamos a tener una relación personal imperecedera con nuestro Padre celestial.
¿Sabe usted con seguridad dónde pasará la eternidad? Es posible que crea que dispone de tiempo suficiente para pensar en este importante asunto después, pero déjeme darle un buen consejo: no espere un minuto más para resolver esta cuestión, porque es posible que ese “después” nunca llegue. Arrepiéntase de su pecado hoy, y obedezca a Jesús.
(De Encontacto.org)
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