Miércoles 8/3/17
Job 38:1-4 "Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia".
El rey Canuto era uno de los hombres más poderosos de la tierra en el siglo XI. Cuenta la historia que ordenó que pusieran su silla a la orilla del mar mientras subía la marea. «Estás sujeto a mí —le dijo al mar—. Te ordeno que no cubras mi tierra, ni mojes la ropa ni las piernas de tu amo». Sin embargo, la marea siguió subiendo y le mojó los pies.
Esta historia suele relatarse para hablar del orgullo de Canuto. Pero, en realidad, se trata de una historia de humildad. «Que el mundo entero sepa que el poder de los reyes no existe —agregó Canuto—, excepto el de Aquel cuya voluntad obedecen el cielo, la tierra y el mar». ¿La moraleja? Dios es el único Todopoderoso.
Job descubrió lo mismo. Todos somos pequeños comparados con Aquel que fundó la Tierra (Job 38:4-7), que manda que la noche termine y el día comience (vs. 12-13), que almacena la nieve y dirige las estrellas (vs. 22, 31-33). Hay un solo Rey de las olas, y no somos nosotros (Ver Mateo 8:23-27 Jesús en la barca).
Es bueno recrear esta historia, al jactarte de tu propia inteligencia y capacidades. Ve a una playa y dile a la marea que se detenga; o trata de ordenarle al sol que no salga. De inmediato, recordarás quién es el verdadero supremo, y entonces podrás, convencido, darle las gracias a Dios por gobernar tu vida.
Cada vez que un acto de orgullo asome a tu vida, ve y lee Job 38, y medítalo.
Dios te bendiga!
Wilda.
(Fuente de ref: Nuestro pan diario)
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