Meditación 9/2/17
Jonás 4.9-11 "Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto
te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte. Y
dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni
tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra
noche pereció. ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran
ciudad donde hay más de 120 mil personas que no saben discernir entre su mano
derecha y su mano izquierda, y muchos animales?"
Usted pensaría que una peligrosa
tormenta en el mar, y unos pocos días en el vientre de una ballena harían
reflexionar seriamente a una persona. Pero, si ese hombre es Jonás, estaría
equivocado. Los últimos párrafos de su libro muestran a un profeta vengativo
cuyo cuerpo había obedecido al Señor, pero cuyo corazón seguía todavía huyendo.
Jonás pagó un precio monetario
por haber huido de Dios: su costoso boleto a Tarsis (Jonás
1.3), además de las consecuencias físicas que sufrió. Sin
embargo, una vez que esos hechos quedaron en el pasado, Jonás siguió
confrontando el costo espiritual de su huida. No tenía paz ni gozo, sino
una amargura tan grande que le rogó a Dios que le diera alivio enviándole la
muerte.
Como
creyentes, no podemos desobedecer al Señor y no pagar un precio.
Nuestra vida espiritual se debilita. Las destrezas y las habilidades
que Dios nos ha concedido se atrofian por la falta de uso, mientras
perdemos el tiempo huyendo. Y también nos arriesgamos a tener pérdidas en otros
aspectos a medida que aumentan las consecuencias de nuestras acciones. La familia,
las finanzas, la salud y otras cosas más pueden verse afectadas por el pecado.
Usted quizás tenga algún
hábito o plan que sabe que desafía la voluntad de Dios. ¿Ha considerado el
precio? Aunque Satanás pueda decirle lo contrario, el pecado acarrea
consecuencias. Dios no podría seguir siendo santo y justo si permitiera
que las personas pecaran sin ser castigadas. El costo de seguir nuestra
propia voluntad es alto. Solo vea la desdicha de Jonás por las
decisiones que tomó. La recompensa por
obedecer a Dios es mucho más grata.
(De Encontacto.org)
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