Meditación 26/1/17
Efesios 6.5-8 "Servidores,
obedezcan a su jefes terrenales con temor y temblor, con sencillez de
corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren
agradar a los hombres, sino como servidores de Cristo, de corazón
haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a
los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del
Señor, sea esclavo o sea libre".
El trabajo
puede que no cambie, pero nuestra manera de pensar sí. Entonces decide trabajar
como si el Señor fuera tu jefe, y esa decisión lo cambió todo.
El trabajo
se hace más tolerable y, lo mejor de todo, es que da oportunidades de compartir
nuestra fe con los colegas trabajadores, y que noten que somos diferentes.
Tratar nuestro trabajo como una extensión de nuestro servicio a Dios es lo que
cambia nuestra actitud. Agradar a Dios nos motiva a hacer las cosas lo mejor
posible, y eso inevitablemente se traduce en motivo de gozo para el creyente. Un
trabajo puede ser difícil, frustrante o aburrido, pero podemos escoger estar
satisfechos en vez de cultivar emociones negativas.
Una actitud
de siervo impacta, igualmente, a otros empleados. El servicio que se hace
con gentileza y humildad capta la atención de nuestros compañeros de
trabajo, lo cual, a su vez, nos da la oportunidad de ministrar a aquellos
con quienes pasamos varias horas al día.
Las
recompensas del servicio entusiasta pueden tomar muchas formas, entre ellas una
mayor satisfacción personal y la oportunidad de ser un reflejo de Cristo.
También está la gran dicha de saber que nuestro Padre celestial se siente
satisfecho por lo que hacemos.
(De Encontacto.org)
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