Meditación 08/12/16
Mateo 20.25-28 "Entonces Jesús, llamándolos,
dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los
que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Más entre ustedes no será así,
sino que el que quiera hacerse grande entre ustedes será su servidor, y el que
quiera ser el primero entre ustedes será su siervo; como el Hijo del Hombre no
vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por
muchos".
Según la manera de pensar
del mundo, los hombres importantes son los que tienen autoridad, prominencia y
poder. Jesucristo tenía todo eso,
pero lo dejó a un lado para convertirse en siervo (Isaías 42.1).
El Señor Jesús se entregó por
completo para cumplir el plan de redención de su Padre, a pesar de que nosotros
no éramos dignos. Dios es santo y justo, y no puede estar en presencia del
pecado (Habacuc 1.13). Eso
incluye a toda la humanidad (Romanos 3.23). Toda
persona nace cautiva a los deseos de la carne (Romanos 6.16-18). Cuando
alguien dice que está viviendo de acuerdo con “sus propias reglas”, en realidad
está al servicio de lo que apetece su naturaleza humana. El castigo por ese
falso sentido de libertad es la muerte (Romanos 6.23).
El supremo acto de servicio
del Señor Jesús fue dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20.28). La palabra
“rescate” se refiere al precio pagado para liberar a un esclavo
—Cristo compró voluntariamente nuestra libertad. Había solo una manera de
que Dios pudiera quitar nuestra culpa y permanecer fiel a su propia ley: que
alguien sin pecado tuviera que pagar nuestra deuda de pecado.
El sacrificio de Cristo
nos salvó de la condena que merecíamos.
En vez de eso, recibimos el regalo de la gracia, y hemos sido declarados
inocentes. Además, pasamos de ser esclavos, a ser hijos del Todopoderoso.
Cristo cumplió
el propósito del Padre con fidelidad y no se reservó nada para sí, dándonos el
mejor ejemplo de lo que significa ser siervo.
(De Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario