Meditación 27/10/16
Lucas 15.11-24 "…Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse".
En la parábola del hijo pródigo, el hermano menor pidió recibir su herencia antes de tiempo para poder vivir como quería. Después que el Padre le dio su parte, tomó muchas decisiones imprudentes que lo llevaron al hambre y a la indigencia. Lo que pasó después ilustra el principio del arrepentimiento según Dios.
Después de despilfarrar todo su dinero, el joven se encontró alimentando puercos, uno de los trabajos más bajos. Un día volvió a sus cabales y reconoció su terrible situación. Su arrepentimiento comenzó con la conciencia de que había pecado contra Dios y que la situación que vivía era consecuencia de sus propios actos.
Al reconocer su conducta pecaminosa, confirmó no ser digno de ser llamado hijo de su padre. Su sincero arrepentimiento y su confesión llevaron al joven a dejar todo y regresar a su casa. Su arrepentimiento fue total cuando se volvió de sus viejos caminos y regresó a su padre. El Señor nos llama, del mismo modo, a arrepentirnos y volver a Él.
¡Qué gran bienvenida recibió el hijo pródigo! Después de verlo, el padre se llenó de compasión y corrió a abrazarlo. El hijo recibió perdón y aceptación, dos bendiciones que Dios ofrece a todo aquel que le pida.
El hijo pródigo no se limpió antes de volver al hogar. Simplemente dejó su vieja vida, regresó a casa y confió en la misericordia de su padre. También el Señor nos llama a arrepentirnos, y nos ofrece perdón cuando nos apartamos de nuestros caminos, y buscamos la santidad (1 Juan 1.9). (De Encontacto)
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