Meditación 07/09
Gálatas 2.15-16
"Nosotros, judíos de nacimiento, y no
pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado
por las obras de la ley, sino por la fe de
Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser
justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por
las obras de la ley nadie será justificado".
Pablo creía que nada merecía que se jactara,
excepto de la cruz (Gálatas 6.14).
Y tenía una buena razón para pensar así, porque todo el plan divino de salvación
depende de un tosco madero. Nuestra relación con
el Padre celestial es posible gracias a la muerte expiatoria de Jesús.
Por su sangre, somos justificados; somos libres de la culpa y del castigo por
el pecado.
Gálatas 2.16 (NVI)
dice: “Nadie es justificado por las obras que demanda la ley”; es decir, una
vida limpia por sí sola no puede hacerse merecedora de la aceptación de Dios.
Sin embargo, algunos incrédulos que rechazan el mensaje de la cruz ponen su
confianza en una “balanza” cósmica. Confían en que el Señor pesará sus
buenas acciones contra las malas, y que Él quedará satisfecho.
Pero, si esta filosofía de la balanza
fuera cierta, la muerte de Jesús no tendría sentido. Un Padre que aceptara
diversos caminos para lograr la salvación, y que, aun así, sacrificó a su Hijo,
no podría ser llamado bueno. Las personas pasan por alto este claro
razonamiento, aferrándose a sus ideas.
El problema es el orgullo. Puesto que es
natural desear ser aceptado, las personas quieren creer que algo dentro de
ellos es digno de ser amado.
Pero la cruz exige que nos postremos ante Dios con las manos vacías.
Cuando reconocemos con
humildad que no podemos pagar nuestra deuda de pecado, tenemos que aceptar el
pago que Jesús hizo a favor nuestro.
No tenemos nada que ofrecerle a Dios, pero
la verdad es que Él no espera nada. El Padre
celestial creó un plan de salvación que limpia la mancha de nuestro pecado y
nos reconcilia con Él. (De Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario