Romanos 8:28-29 "Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es,
a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció,
también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos".
Si pudiéramos diseñar una vida ideal, la mayoría de
nosotros evitaría pasar por momentos de adversidad. Pero la Biblia nos enseña
que Dios tiene un propósito para las tormentas de la vida.
Purificación. Cuando los problemas nos presionan, tienden a
salir a la luz actitudes y hábitos pecaminosos. La conducta impaciente, los
arrebatos de ira, o la confianza en algo o alguien distinto a Dios puede
volverse evidente. En una crisis, los pecados a los que habíamos restado
importancia, pueden comenzar a ser más evidentes. El Espíritu Santo
utilizará los tiempos difíciles para suavizar las asperezas y producir el fruto
del Espíritu en nosotros (Gálatas 5.22-23).
Comunión. Cuando nos va bien es posible que pasemos
menos tiempo con el Señor, y comencemos a no prestar la debida atención a
nuestra relación con Él. Incluso podemos apartarnos de sus caminos. Las crisis
ayudan a reconocer nuestra necesidad de Él y lo impotentes que somos
para ayudarnos a nosotros mismos. Los tiempos difíciles nos llevan a
ponernos de rodillas en oración y a buscar la comunión con Dios.
Nuestro Padre celestial desea que desarrollemos el ser semejante a Cristo y que nos acerquemos más a Él. El Señor quiere que experimentemos la riqueza
de su amor, y que le demostremos reverencia sincera. Él usará las
pruebas para lograr los buenos propósitos que tiene para nosotros.
Aunque en
la vida hay muchas pruebas distintas, todas tienen algo en común: el deseo y la
capacidad del Señor de utilizarlas para nuestro bien y para la gloria de Él. Por
medio de estas experiencias podemos deshacernos de las conductas pecaminosas y
caminar con Dios. (De Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario