Meditación 15.07
Lucas 10.25-37 "Y he aquí un
intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué
cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo
lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y
con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo
como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él,
queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo
Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio
muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó
de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó
de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole,
fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite
y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro
día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele;
y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de
estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz
tú lo mismo".
En Mateo 22.39, Jesús nos dice que el segundo mandamiento más grande
es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nuestro amor por los
familiares, amigos, vecinos y hermanos de la iglesia se demuestra mejor
cuando llevamos sus cargas tal como lo hizo Cristo. Pero el Señor no solo
tomó sobre Él en la cruz nuestra deuda de pecado; también fue partícipe de los
sufrimientos de quienes buscaban su ayuda, como el ciego Bartimeo (Marcos 10.46), la mujer sorprendida en
adulterio (Juan 8.3-11) y los oprimidos por
demonios (Mateo 4.24). Jesús no hace diferencia
entre los que Él ama y las cargas que llevará por ellos.
Muchas veces nos sentimos tentados a ser selectivos
al decidir a quiénes ayudar, pero de acuerdo al ejemplo
de Jesús no podemos llevar las cargas de alguien basándonos en si la persona
ha vivido a la altura de las normas que hemos establecido. Hay personas que
nunca se vestirán como nosotros o que nunca alcanzarán nuestro nivel académico
ni económico. Pero esas mismas personas pueden estar sufriendo y tener
necesidad de que alguien las ayude a sobrellevar sus dificultades. Por eso, una
sincera expresión nuestra del amor de Dios puede transformar la vida de una
persona abrumada por los problemas.
Aunque sabemos que aliviar las cargas de alguien cumple con la ley de
Cristo, muchas veces le pasamos esa responsabilidad al pastor. Pero el Señor
quiere algo diferente para sus hijos. Nuestras experiencias personales nos
preparan para ayudar de maneras que el pastor, quien a su vez tiene experiencias
diferentes, no podría. Pídale a Dios que le ayude a saber cómo ayudar a los
que están cerca de usted llevando alguna carga.
(De Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario