Meditación 09.06
Jueces
13.24-25
"Y la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre
Sansón. Y el niño creció, y Jehová lo bendijo. Y el Espíritu de Jehová comenzó
a manifestarse en él en los campamentos de Dan, entre Zora y Estaol".
En
el momento en que una persona es salva (ha confesado a Cristo, como su Señor y
Salvador) se convierte en una creación totalmente nueva, apartada para los
propósitos de Dios
(2Corintios 5.17). Él tiene un plan específico para la vida
de cada creyente (Efesios 2.10), y da a cada uno de sus hijos lo necesario para
lograr ese plan (2Pedro 1.3).
Piense
en la vida de Sansón. Cuando nació, Israel estaba bajo el dominio de los
filisteos. En esa perversa cultura “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21.25). Dios dispuso que Sansón fuera apartado para su
servicio, y así comenzara “a salvar a Israel de mano de los filisteos” (Jueces 13.5). Para prepararlo, el Señor le dio padres temerosos de
Dios, buena crianza y fuerza humana extraordinaria. Fue grandemente bendecido a
medida que maduraba, y se convirtió en juez de Israel, con la autoridad para
llevar a cabo la voluntad de Dios.
Sansón
estaba equipado con todo lo necesario para cumplir con el propósito del Señor.
Pero tenía una gran debilidad: la lujuria —la cual finalmente lo llevó a su
caída.
Como resultado, terminó siendo un prisionero, y ya no estuvo en
condiciones de cumplir con la responsabilidad dada por Dios.
El
equipamiento de Dios incluye la capacidad de no ceder a nuestras debilidades.
Pero debemos estar dispuestos a huir de la tentación y obedecer al Señor.
Sansón tenía un enorme potencial para hacer lo correcto para Dios, y
nosotros también. Pero eligió el pecado y sufrió las consecuencias.
¿Qué vas a elegir hoy: acudir
a Dios en busca de ayuda o ceder a tu
debilidad? (De
Encontacto.org)
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