Meditación 20.05
1 Corintios
15.9-11 "Porque yo soy el
más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque
perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su
gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos;
pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. Porque o sea yo o sean ellos, así
predicamos, y así habéis creído".
El apóstol Pablo
tenía cierta mentalidad que los cristianos harían bien en imitar (1 Corintios 11.1). En su actitud había:
Humildad. El orgullo no puede ocultarse en el corazón de un creyente que entiende la misericordia divina. Pablo difundió
el evangelio porque sabía que la gracia que fue suficiente para salvar a un
pecador como él, era suficiente para todos.
Un sentido de
gratitud. El apóstol nunca olvidó hasta dónde lo había llevado
la gracia de Dios. Recordaba a menudo a los creyentes el papel que había tenido
en la persecución de la iglesia (1 Timoteo 1.13). La gratitud de Pablo por la salvación de su vida anterior nunca
menguó. El libro de Hechos registra la ansiedad constante y el sufrimiento en
sus viajes, pero seguía alabando al Señor por el privilegio de servirle.
Un sentido de
dependencia. Para referirse a la fuente de su fortaleza, Pablo
utilizó estas palabras: “Por la gracia
de Dios soy lo que soy” (1 Corintios 15.10). Él sabía lo que era depender de la bondad propia, y esforzarse por ser buen religioso —y no quería
saber nada de eso. Pablo deseaba más de
Cristo, y nada de sí (Filipenses 3.8).
Un espíritu de
absoluta confianza. Al final de su vida, Pablo estaba más seguro que nunca, de que Dios es real,
que tenía el control, y de que es digno de toda honra, gloria y alabanza (2 Timoteo 4.6-8).
¿Ve
estas actitudes en usted? Siga el
ejemplo del apóstol Pablo. Alabe al Señor por todo lo que ha hecho por
usted, y luego dedíquese a trabajar para su reino. No permita que su gracia se derrame en vano sobre su vida (1 Corintios 15.10).
(De Encontacto.org)
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