Meditación 11.5
Hebreos
4.14-16 "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó
los cielos, Jesús
el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un
sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al
trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro".
A pesar de que la
tecnología nos permite mantenernos conectados, no hemos resuelto el problema de
la soledad. Muchas personas se sienten aisladas de quienes las rodean. La verdadera
solución para sanar el profundo dolor de la soledad es una relación íntima con
Dios.
Cuando Dios iba a crear a
Adán, dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”
(Génesis 1.26). Un punto de semejanza con el
Señor es el deseo y la capacidad de relacionarnos con otros. Además, fuimos creados
para tener comunión con Dios.
Adán y Eva tenían una
estrecha relación con el Señor, quien pasaba tiempo con ellos en el huerto del
Edén. Pero la desobediencia creó un
distanciamiento en la relación, porque Dios es santo. Él no puede permitir
nada pecaminoso en su presencia. Después
que el pecado entró en el mundo por medio de la primera pareja, toda persona
está manchada por él y, por tanto, separada
del Señor. Por esa razón, Dios hizo un puente para salvar la brecha que
había entre Él y la humanidad.
Jesucristo tomó sobre sí nuestras transgresiones y murió en la
cruz, lavando así la mancha del pecado.
Todo el que confía en su sacrificio para
perdón de pecados cruza ese puente formado por la cruz. Todo nuevo creyente
es reconciliado, es decir, restaurado de
inmediato a una correcta relación con Dios.
Tener una relación con el Señor significa que nunca estamos
solos (Deuteronomio 31.6).
Es posible que, en ocasiones, sintamos un poco de soledad, pero siempre
tendremos un amigo con quien podemos hablar.
(De
Encontacto.org)
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